El próximo 14 de julio abre en el Malba la
muestra En el principio, con imágenes de la genial fotógrafa Diane
Arbus, organizada por el Museo Metropolitano de Arte de NY, haciendo foco en
los años en que la artista anduvo con la cámara por las calles de su ciudad
(1956-1971) y consolidó la elección de sus temas y de su estética. Además, se
presentará en la expo el portfolio Una caja de diez fotografías,
que Arbus produjo entre 1970 y 1971, Asimismo, se ofrecerá un catálogo editado
por el Met que comprende los ensayos del curador Jeff L Rosenheim -quien
dictará una conferencia magistral- y de Karan Rinaldo.
Considerada por la crítica como la
"fotógrafa de la herida" que buscaba la extrañeza en la aparente
normalidad, Diane Arbus, después de abandonar la moda como objeto de sus
imágenes, sigue a artistas como Lisette Model, cultora de la street-photography
neoyorquina. En ese camino, creará series para Esquire, Harper's Bazaar, el NY
Times Magazine. Arbus se apasiona por los freaks, los marginales, los
transexuales, también por la gente común: "Si se observa la realidad de
cerca, de una manera u otra se la descubre de verdad: la realidad se vuelve
fantástica", según palabras de la gran artista. Es famosa la frase de
Norman Mailer en la ceremonia fúnebre, luego del suicidio de la depresiva
creadora, en 1971: "Darle una cámara de fotos a Diane Arbus es como darle
una granada a un bebé". Así de explosivo fue el paso de esta mujer que
rompió con su medio social privilegiado para hacer la suya, dejando una marca
indeleble en el arte de la fotografía.
La muestra En el principio brinda
una ocasión propicia para reflotar, revalorándola, una película de 2006
inspirada en zonas de la vida y obra de D.A., mediante el comentario escrito en
ocasión de su estreno local por M.S.
Retratos de una obsesión
Hasta cierto punto a la manera de John
Maybury en El amor es el diablo (1998), film sobre la trágica
relación del pintor Francis Bacon con su amante George Dyer, Steven Shainberg (La
secretaria) trató de reflejar con recursos cinematográficos parte del
complejo universo de la genial fotógrafa neoyorquina Diane Arbus, sin intentar
para nada un fresco biográfico decorativo. Si Maybury adaptó a su aire las
memorias de un amigo de Bacon y no obtuvo permiso para mostrar sus cuadros,
Shainberg –basándose en la biografía de Patricia Bosworth, reescrita por el
guionista Erin Cressida Wilson– tampoco pudo disponer de las obras de Arbus.
Carencia que devino virtud, sin duda, al
dejar al realizador en libertad para crear un estilo visual inspirado en la
personalidad, en parte crucial del camino y de las creaciones de la gran
artista, tomando un momento (imaginario) de su despegue, impulsada por un
vecino totalmente cubierto de pelos. Musa extraña que actuará de cicerone por
esos mundos paralelos que la niña rica y sobreprotegida intuía desde la
infancia, desde que tenía 7 y de la mano de su niñera francesa, paseando por
Central Park, descubrió una pequeña villa miseria, un grupo de casitas
precarias de lata donde alguna gente vivía miserablemente. Una imagen que le
despertó asombro, curiosidad, compasión...
Aunque Retratos de una pasión (Fur:
An Imaginary Portrait of Diane Arbus, 2006) sugiere que la hoy tan
apreciada y expuesta artista apenas era una asistente de su marido Allan Arbus,
fotógrafo de modas y publicidad, y que no usaba la cámara que él le había
regalado, lo real es que Diane sacó fotos desde muy joven (hay, entre otros, un
bellísimo autorretrato de 1945, embarazada de unos cuatro o cinco meses, solo
con una bombacha frente al espejo, la cabeza inclinada con gracia natural, la
mirada ya puesta en otro lado, a los 22). Y desde luego, tampoco es que Arbus
salió del frasco de fino cristal en que vivía solo gracias a una suerte de
hombre lobo, mono, león... y a su universo de maravillas (donde no falta un
conejo níveo), puesto que la hija del rico peletero judío polaco tuvo maestras
y maestro del nivel de Berenice Abbott, Alexey Brodovich, Lisette Modal.
Y ya que estamos, quizás habría que
aclarar que D.A., aparte de una mayoría de fotos de personas de toda edad
deformes, discapacitadas, monstruosas, fuera de la norma –es decir, el aspecto
más difundido de su obra–, también retrató a figuras como Norman Mailer, James
Brown, Natalie Sarraute, Helen Weigel y el mismísimo Borges (bueno, sí, un poco
freak era) de paseo por Central Park. Pero es verdad que en su pizarrón al lado
de la cama o en sus libretas de notas figuraban como meta crematorios de
animales, hospitales de muñecas, colonias de nudistas, hospicios, funerarias...
“Los monstruos nacen con heridas y pasan la prueba de la vida: son
aristócratas”, es una frase que se le atribuye a esta buscadora del secreto de
los rostros y de los cuerpos a través de imágenes casi nunca robadas, casi
siempre pedidas con respeto, pacientemente conseguidas.
En Retrato..., película que también
rinde tributo a Tod Browning y su mirada desprejuiciada en, por ejemplo, Freaks (1932),
Nicole Kidman se convierte en Diane Arbus, aunque le sobren centímetros de
altura. La notable actriz encuentra esa expresión un poco ausente, soñadora
pero de pesadillas, tímida, casi siempre seria que aparece en los autorretratos,
incluso en los que hizo junto con su marido cuando estaba casada. El film de
Shainberg transcurre en 1958, año en que D.A. tenía 35, es decir, trece años
antes de que se suicidara (primero tomó sobredosis de barbitúricos, luego se
cortó las venas en la bañera de su casa: circularon rumores de que había
dispuesto la cámara para fotografiar su propia muerte), y propone múltiples
referencias a la Bella y la Bestia (el director ama el film de Cocteau), a
Alicia (libro de cabecera de Arbus), al Fantasma de la Opera, al Hombre
Invisible, pero sobre todo se centra en el fetichismo del pelo humano, animal.
De los suaves pelos de los tapados y las estolas y del pelo de León
(maravilloso Robert Downing) que tapa las cañerías pero asimismo sirve para que
él le haga un abrigo, que ella se pone y se convierta en él, en una de
ellos/as.