Una renacida,
quintaesencial Virginia Innocenti se alza en el escenario del nuevo espacio
musical de El Camarín de las Musas, donde estrenó este año su espectáculo En
la luna. La reconocida y premiada actriz, probada en la dramaturgia y la
dirección teatral, sigue sumando puntos como poeta y cantante en un momento
bisagra de su vida y su arte, que hacen feliz simbiosis en este “concierto
amoroso”.
Este año, Virginia Innocenti
no tiene otros planes inmediatos que no sean los de dedicarse a la música y el
canto, y a darle forma definitiva a su libro de poemas antes de publicarlo,
quizás con CD adjunto. Luego de un 2016 arduo pero fructífero, de una etapa que
ella llama “de purificación y refundación”, Innocenti decidió prescindir de
oropeles en su nuevo recital; renunciar a cualquier forma de glamour impostado;
presentarse tal cual es en este escenario donde soplan vientos de atemporal
romanticismo en muy diversas manifestaciones. Inesperados vasos comunicantes
enlazan la Tonada de la luna llena, El día que me quieras,
Vivir enamorados, Zamba para olvidar, Soy todo lo que recuerdo, La Llorona, Ni
el clavel ni la rosa, entre otros temas que Virginia hace con voz muy
afinada, cálida, flexible, profunda. En un momento dado, el hechizo de luna se
magnifica con la Zamba de mi esperanza, entonada a
capela, con la segunda voz a cargo de Sergio Zabala (quien tiene su propio
espacio para ofrecer, en guitarra y voz, su Jazmín otoñal).
A Virginia Innocenti le gusta
la expresión “entrar en religión” para referirse a este estado actual de
entrega a la música, y juega con derivados y asociaciones a través de la
entrevista que sigue. La actriz a la que acaso el cine no supo capitalizar en
la medida de sus merecimientos, salvo el gran Leonardo Favio en Gatica,
el Mono, pero que dejó huellas en la tevé (Fiscales, Campeones de la
vida, Hospital público, Vidas robadas, La defensora, por citar ejemplos
descollantes); la intérprete de teatro que fue memorable Alma en La
oscuridad de la razón, 1993, dirigida por Jaime Kogan, y que en
2015 se lanzó audazmente a poner en escena esa obra de Ricardo Monti, sabiendo
estar a la altura (después de haber estado impecable como intérprete en Sonata
otoñal, La novia de los forasteros…).La misma Virginia
Innocenti que en 2000 empezó a protagonizar espectáculos musicales y a grabar
discos, cantando en muchos casos algunos de sus poemas, ahora cautiva a media
luz lunera en El Camarín de las Musas. Con una amplia falda constelada de
lunas, lunares y un pelo cortito que le sienta de maravillas; despojada pero no
indefensa, distendida pero destilando emociones; cumpliendo con ella misma, con
sus sueños de juventud.
En la Luna |
Lo que nos importa
aquí y ahora es que estás regida por la Luna, y celebrándola en tu recital
actual.
-Que se llama En la
Luna. Fijate que otro espectáculo que hice en 2006 se titulaba En
agua negra: hay algo de los elementos que me convoca. Y
Escorpio es muy extremo, para el bien y para el mal. Yo soy Capricornio con
ascendente en Cáncer, si no me equivoco, y con la Luna, como te decía, en
Escorpio. Agua y agua y agua por todos lados, según me explican, con su energía
propia.
Desde que
empezaste a cantar y a escribir letras en forma profesional, presentaste
espectáculos musicales, grabaste discos, pero sin dejar de actuar en la tele,
el cine, el teatro. De hecho, en 2004, eras La
novia de los forasteros en el Regio, y a las 0,30 te ibas a Clásica y
Moderna a presentar tu disco Habrá. Y en 2015 concretaste tu
proyecto de dirigir La oscuridad de la razón, obra que habías
protagonizado 22 años antes. Sin embargo, últimamente da la impresión de que te
están consagrando a la música, como quien entra en religión.
-(risas) Sí, totalmente, como
cuando te hacés monja. Es hermosa esa expresión por todo el compromiso que
implica. Hacer los votos se dice ¿no? Bueno, percibiste exactamente lo que me
está pasando.
¿Cómo llegamos a
este punto de entrega?
-Y… yo creo que debido a
tantos años de noviciado. Esto es como una germinación: algo que está plantado
en mí desde muy pequeña y que tiene que ver con lo esencial de mi ser. Con los
años fui andando, y desmalezando también. Tratando de ir a lo substancial, a lo
profundo, a lo que considero trascedente.
-De todos modos,
en tu dedicación a la música entran la directora y la actriz, aportando a la
cantante y a la autora de los textos de las canciones.
-Bueno, es que rendí todas las
materias del noviciado. Creo que gracias a todo ese tránsito que fui haciendo
puedo ahora relajarme, sentirme serena y confiada en este lugar que elijo
estar. Sé que parte de la atención que se me presta tiene que ver con el
reconocimiento y el cariño de la gente generados a través de ese recorrido.
Tengo 33 años trabajando como actriz; como cantante soy más nuevita: 17 años,
no continuados. Pero muchas de las cosas que presenté en lo musical tienen que
ver con lo escénico. Y soy todavía más nueva como directora teatral. Como suelo
decir, voy conmigo a todas partes; todas las cosas que voy haciendo guardan
alguna relación entre sí. Como actriz, como cantante, mi instrumento, mi caja
de resonancia es mi propio cuerpo. Me considero siempre en estado de
aprendizaje y descubrimiento para estar más en contacto con el universo y con
la gente, con los otros.
En tu espectáculo
actualmente en El Camarín de las musas, cada persona del público puede creer
que le estás cantando en exclusiva, con mucha cercanía…
-Esa es justamente la idea, claro:
como si se tratara de una nana, de un arrullo. El sonido de la voz humana es lo
primero que escucha el niño, siempre se les ha cantado a los más chiquitos. Me
gusta ese concepto de dirigirme a cada uno, de compartir algo sinceramente
amoroso.
¿Se asemeja a un
trabajo dramatúrgico el armado de cada repertorio?
-Pensándolo ahora, sí. El
primer espectáculo lo hice con Diego Vila, con quien empecé a cantar
profesionalmente en 2000. Se llamaba Heme aquí y estuve mucho
tiempo en el Club del vino, luego en el Picadero cuando reabrió. A lo largo de
mi vida me la he pasado inaugurando espacios, cosa que me encanta. No solo
lugares públicos, también espacios culturales de amigos, sitios no
convencionales. También abrí el Parque de la Memoria, siempre cantando,
con En la sangre, Sueños de Agua y desembarco. Y claro, estrené
este cabaret del Camarín donde estoy ahora. El anteaño, festejando 15 años de
trabajar juntos con Diego, hice unos recitales en Pista Urbana, fui parte de la
inauguración de ese lugar.
Dijeron de mí |
¿Nos estamos
olvidando de Dijeron de mí, tu preciosa y exitosa
evocación de Tita Merello en el Kabaret del Maipo?
-¡Tenés razón! ¡Cómo olvidarme
de que abrí el Maipo Kabaret! Lino Patalano refaccionó esa salita tan monona
para el estreno de Dijeron de mí. Después pasamos a la sala grande,
pero habíamos arrancado más en chiquito. Ya sin inaugurar, he hecho funciones
en La Trastienda, en Clásica y Moderna. He andado muchos escenarios con el
canto: había un sitio cerca de mi casa, que se llamaba Tobago, dedicado a la
música, donde también estuve, pero de paso. Ahora estoy haciendo algo que me
encanta en El Camarín: invito a gente que me gusta escuchar para compartirla
con el público. Ya vino Hernán Lucero, que canta muy lindo el tango, luego Luciana
Jury para hacer juntas un tema de su tío, Leonardo Favio, Ni el clavel
ni la rosa, y otro de Gabo Ferro, de quien ambas somos muy amigas, Tu
amor es como el hambre. Voy a tratar de que se acerque Alberto Muñoz,
quiero sumar a artistas queridos, que son referentes fuertes. Para mí, estaría
buenísimo pasarme el año cantando los sábados, convidando a intérpretes que
aprecio y que estén dispuesto a subirse a la luna. Basta con que hagan
canciones de amor, que tengan que ver con el repertorio del concierto. La luna
puede estar explícita o implícita, pero es increíble cómo se cuela en la
mayoría de los temas, quizás porque la noche es propicia… Con Lucero hicimos un
mix entre Garúa y Flor de lino. Algo improvisado,
nos pusimos de acuerdo en El Camarín, y a lo que salga.
Hay toda una
mitología en torno de la luna que va más allá del motivo del amor, que a veces
aparece como subtexto cuando se la menciona.
-Sí, claro, rige tantas cosas,
los ritmos de la naturaleza, los nacimientos, las mareas…
Las
menstruaciones, lo irracional, lo atávico, el hombre lobo…
-Tiene mucho peso la luna, por
algo la elegí. Los títulos tienen sus razones: En agua negra jugaba
con estar sumergida en ese líquido, también con una enagua negra, una prenda
ligada a la intimidad en la escena. Años después hice En la sangre… Me
gusta sugerir por dónde voy navegando, qué es lo que me transporta en cada
oportunidad.
En tu concierto
amoroso actual es evidente que te condujiste con gran libertad y mucho
eclecticismo. A la vez que, como decíamos antes, fuiste armando como una
dramaturgia de textos de canciones, un relato que se va construyendo. Por eso,
no necesitás hablar mucho entre un tema y otro.
-Qué bueno que se pueda
entender así. Es cierto, no tengo un libreto, trato de ser espontánea. Sí me
interesa incluir algunos poemas, como ese que te tocó escuchar, muy enfocado en
la luna que trajo ese amor tanto tiempo esperado. Ya que este espectáculo está
funcionando tan bien, con tan buena recepción por parte del público y como la
luna va mutando, la idea es ir llenándola un poco: con los invitados que te
mencionaba, haciendo algún cambio en el repertorio. Es decir, el cuerpo lunar
permanece, pero yo me estoy permitiendo un margen para fluctuar por las caras
de la luna llena, cuanto creciente, cuarto menguante. Y si aparece una nueva
canción que se empieza a imponer por mérito propio, la agrego. Por
ejemplo, Como nossos pais, de Elis Regina, no estaba en el verano,
la sumé en el reestreno de otoño, como también Sobre el amor, de
Silvio Rodríguez, porque esa idea de que “solo el amor alumbra lo que perdura”,
es uno de los leit motifs del repertorio. El amor en su sentido más amplio y
profundo, teniendo en cuenta que ahora entré en religión…
Tampoco es que el
erotismo esté tan lejos de ciertas manifestaciones de la religión. Mirala a
Santa Teresa. Y a vos el nombre y el apellido te ayudan.
-(risas) Sí, ¡virgen, beata,
inocente!
-¿Sabés que se
trasluce algo del orden de la virginidad en tu espectáculo? En el sentido de
que entrás en las canciones como si fuera la primera vez, con cierto candor,
libre de manierismos o influencias.
-Ay, qué lindo, sin
maquillaje. La verdad es que yo soy eso, y también soy todo lo demás. A ver,
¿cómo decirlo?: en este momento no quería tener ninguna clase de vestidura, de
ornamentación. Obvio que siempre llevamos alguna máscara para poder
presentarnos ante el mundo. Pero quería despojarme lo más que pudiera, y
comunicarme con la gente desde quien soy, desde Virginia, no desde un
personaje. Por eso esta vez no armé un espectáculo de teatro musical. Y si bien
estoy interpretando las canciones y paso por distintos estados, la que está ahí
es mi persona, sin un personaje mediante. El público me conoce a través de los
roles que he hecho, casi siempre fuertes, combativos, temperamentales.
Gatica, el mono |
Sí, hay una
impronta Innocenti inconfundible aun en la diversidad de papeles y de registros
interpretativos. Y aunque has laburado continuadamente, nunca te prodigaste
demasiado en hacer varias cosas a la vez, o en encadenar trabajos sin respiro.
-Nunca me gustó superponer
cosas. Si lo hice alguna vez, fue en mis años mozos, cuando podía estar en una
serie y después ir a hacer dos funciones al teatro y caer desmayada 20 minutos
en el camarín, y a la vez llevar una familia adelante. Esas cosas que una puede
realizar a los 30. Sí, trabajé mucho a fines de los ’90. Pero es que no había
entrado todavía en religión…
Volviendo a tu
manera virginal, inédita de hacer los temas, es muy impresionante lo que lográs
con una canción como La Llorona, con
ese texto tan ambiguo, como cargado de secretos presagios. O la versión tan
refrescada de Todos me miran, donde se nota que te relamés
haciéndola.
-En realidad, la de Trevi me
la propuso mi pareja, y también unos amigos fans de esta cantante y
compositora. Me decían: necesitamos una versión tuya de Todos me miran.
Primero reaccioné negativamente, hasta dudé de la cordura de ellos. Pero lo
pensé mejor y le vi potencial para hacerla mía, mi propia versión. Es algo que
ya hice con otros temas populares que, a primera vista, se podría pensar que me
son ajenos, como Tiritando, que incluí en En agua negra.
El trabajar de esta manera me permite elegir materiales musicalmente tan
eclécticos. Creo que hay algo que se une, se unifica al darles un enfoque
propio, aunque se trate de registros tan diversos.
Esto te lleva a
tener que cambiar de estado raudamente de un tema a otro, conseguiste que las
transiciones transcurran con total tersura.
La defensora |
-Mirá, yo me meto en lo que la
canción me dicta. Ahí es donde aparece el ejercicio de la actriz, se van
configurando distintos paisajes. Y volvemos a lo de entrar en religión, que ya
te comenté que me encanta como concepto y viene a cuento. Una de las cosas más
importantes que hasta ahora he podido lograr en mi vida es poder estar
presente, cada vez más. Habitar cada respiración. Entonces, yo ahora estoy
hablando con vos, concentrada en nuestro diálogo, no estoy pensando
paralelamente en otras cosas… La verdad es que durante mucho tiempo de mi vida
estuve padeciendo el arrastre del pasado, y también muy angustiada por el
futuro. En consecuencia, algunas cosas las hice sin demasiada consciencia. Sin
poder disfrutar plenamente de eso que me interesaba, que era la realización de
un deseo, de algo –incluso- que podía estar generando yo misma. Y ahora es como
que me vengo desacelerando, bajando de unos cuantos bondis que no me van a
llevar adonde yo quiero verdaderamente llegar. También, sincerándome mucho
conmigo. Eliminando en la medida de lo posible ciertas contradicciones.
Aceptarme, darme permisos. Cuando empecé a cantar, finalmente hice el
repertorio que quería, pero quizás inicialmente le presté oído a algunos
censores que me revoloteaban alrededor, con algún grado de influencia.
¿Desde cuándo te
acompaña la escritura de poesía?
-En este momento estoy
pensando en armar un libro con una selección de todo el material escrito por mí
que tengo. Escribo desde los 9 años, creo que mi primer poema se lo dediqué a
la luna, debo tener el original.
Ah, pero semejante
documento tendrías que proyectarlo en tu espectáculo En
la luna…
-(risas) No sé, no sé. No creo
que sea un texto muy logrado.
Pero sin duda
tiene valores extraliterarios que tu público sabrá apreciar en la intención y
la letra de una niña.
-Bueno, ya me estás alentando,
lo voy a buscar. En esa época le escribía a la luna, a mi madre. Lo que sí
quiero hacer seguro es editar por fin mi libro de poesía. Lo estoy armando,
organizando. Tengo que trabajar mucho, hacer la recopilación, pulir, revisar.
En cierta forma, es como armar un repertorio a otra escala. Por eso estoy
probando decir algunos poemas en el espectáculo. Ya en Dijeron de
mí incluí un par que me pertenecían y que pensé que funcionaban bien
en ese momento de la dramaturgia.
¿Por qué hacés el
pasaje del piano a la guitarra acompañando el canto?
-Hace rato que quería pasarme
al formato de la guitarra. Claro que Diego Vila es un pedazo de mi corazón,
fueron muchos años trabajando juntos. Pero, claro, él es muy requerido y se me
limitaba la posibilidad de ir de pronto a un lugar y cantar. Con Vila hemos
tenido mucho tiempo de preparar espectáculos, ensayar, interpretar en el
escenario. Y estaba en busca de un músico que fuese –primero que nada- afín, y
luego que estuviese disponible. Felizmente, se dio este encuentro con Sergio
Zabala.
¿Y que fuera más
prêt-à-porter como lo es un guitarrista?
-Exacto, porque no es lo mismo
un piano que una guitarra, desde luego. Lamentablemente, muchos lugares donde hay
piano, lo tienen abandonado, y Diego Vila necesita ciertas condiciones para
tocar. Además, estaba ocupadísimo. Y resulta que mi primer instrumento fue la
guitarra. Y mi primer profesor, Ricardo Sued, fue muy importante en mi
formación musical, y como persona. Él supo decirme: Nena, si cada vez que te
tomo la lección te ponés al llorar, es que estás necesitando ayuda. Y me dio el
teléfono de mi primer psicoanalista, gesto que me salvó la vida, tan importante
fue para mí empezar a analizarme. En mi viaje a Italia a los 14, cuando conocí
a los parientes que quedaron allá y asistí al reencuentro de mi padre con
ellos, me compré una guitarra que se llama Bologna que, bueno, no suma mucho
porque me dediqué a desarrollar mi voz, no soy buena instrumentista. Pero
también me alegro de que se dé así porque esa carencia me obliga a encontrarme
con otro, a hacer música con otros. Si me acompañara yo, no habría ese
intercambio: la pesadilla del unipersonal. En algún momento, sirve alimentar el
ego, eso podrá resultar por un rato pero es muy difícil de sostener en el
tiempo.
¿En ningún caso
cantás acompañándote vos misma con la guitarra?
-No, prefiero hacerlo a
capela. Afortunadamente, tengo un oído bastante refinado y no me gusta nada
cuando un instrumento suena mal, que sería mi caso… El año pasado volví a hacer
tai chi, volví a otras cosas. Con el canto yo arranqué a los 16, fue lo primero
que hice arriba de un escenario: cantar, recitar.
En la Luna |
¿A qué otras cosas
volviste?
-Diría que volví a mis sueños de
juventud, decidida a concretarlos. 2016 fue un año difícil para mí, de
muchísimo trabajo. Hice una puesta que me dejó muy contenta: dirigí uno de los
planes federales del Cervantes. Me radiqué en San Nicolás de los Arroyos,
versioné La barca sin pescador, de Alejandro Casona, la
aggiorné. De una vigencia actual lamentable en algún punto el texto. Estrené en
el teatro municipal de ese lugar, un pequeño Colón. Una belleza. A fin de año
vino todo el elenco y monté la obra en la sala María Guerrero. Fue una gran
experiencia, el cásting lo había hecho allá: gente talentosa, pero algunos era
la primera vez que actuaban. Trabajé una versión de ese diablo como una especie
de showman, le puse temas de Gabo Ferro interpretados por él y Luciana Jury.
Paralelamente, muchos problemas de salud de mis padres, muchos temas
familiares, año muy intenso. También mi pareja, Hernán Belón, estrenó su
película Sangre en la boca, para la que hice el coaching actoral,
colaboré en el armado del guión, la compaginación: una especie de asistente
multifunción las 24 horas. Con mucho gusto, ¿eh? Bueno, la cuestión es que
quedé con algunos problemitas de panza e hice una dieta de purificación que
consiste en ir dejando de comer algunos alimentos. Lo que nos propone mi
maestra de tai chi es que cada cosa que se va dejando de ingerir vaya
acompañada del pensamiento de aquello que querríamos sacar del cuerpo. La
primera palabra que a mí me aparecía, era la tristeza. Descendiendo en la
cantidad de alimentos, algunos llegan al agua: yo llegué solo a un día de dieta
líquida. Después, se empieza a incorporar y en todo ese trayecto hay todo un
tema acerca de tomar conciencia de lo que ingerís, del tiempo que tomás para
alimentarte. Me tocó entonces realimentarme, refundarme. Y por supuesto cuando empecé
a pensar en lo que quería incorporar, por oposición apareció la alegría. Me
quería alimentar de la alegría y de la música. Así terminé el año.
Y decidiste
cortarte el pelo bien corto para el estreno de En
la luna, un gesto de cambio, bien innovador respecto de tu imagen.
-Estoy contenta con mi corte,
es parte de mi transformación. Te cuento: fui a cortarme el pelo con Ale
Granado, este primo elegido que quiero mucho y que sabe casi todo de mí, de mi
familia. Le confieso que ando muy triste, y que siento que lo único que puedo
hacer arriba de un escenario es dirigir o cantar. Que no me dan ni el alma ni
el cuerpo para pensar en sufrir de prestado, para meterme en la situación
dolorosa de una ficción. Ale me anuncia: En El Camarín de las musas están abriendo
un cabaret, un espacio para la música. Y mientras me corta el pelo, levanta el
teléfono y dice: “Hola, Leo, Virginia está por hacer un espectáculo musical”.
Yo me estaba yendo a Cuba, al festival de cine porque la película de Hernán
estaba invitada. Esto que te narro sucedía 3 días antes de viajar, en diciembre
pasado. Al día siguiente, estaba en El Camarín programando para abrir en enero.
Y para redondearla, digo: “Voy a estrenar el día de mi cumpleaños, por cábala”.
Ya hace mucho tiempo, con Confesiones de mujeres de 30 debutamos
el día que cumplí los 30, así soy de prolija a veces, y nos fue
maravillosamente bien. “Bueno”, aclaro, “sábado 14 de enero en horario bien
nocturno porque quiero que me agarre la medianoche y celebrar con amigos y el
público este renacimiento”. Así que el repertorio se fue armando en el viaje,
yo ya había hecho alguna presentación con Sergio Zabala, nos conocía hacía año
y pico. Se fueron sumando en el repertorio estas lunitas, estas perlas,
canciones que me piden ser cantadas ahora, que por algún motivo me conmueven en
este momento. La Llorona, el tema del que me hablabas antes, fue
ganando cuerpo a lo largo de las presentaciones. Fui descifrando lo que une a
estas coplas anónimas: para mí, las canta un muerto, que es hombre. Y empecé a
cantarlas desde ahí. Un día quedé en un estado de trance fuerte, la veía a la
Llorona, esta mujer vestida con su huipil azul celeste. Y me imaginaba a él,
muerto, diciéndole qué más querés que haga si ya te di hasta la vida. Y ese
azul celeste me llevaba hasta nuestro país, que me está doliendo tanto. Ahí
empezó a salir un vozarrón, me dejé atravesar por una energía masculina. Ahora,
es uno de los temas que más arrasa.
Reconozcamos que
tenías que hacerle frente al fantasma de Chavela Vargas, tremendo fantasma. Y
todo parece indicar que lograste que a los 2 segundos nadie piense en ella.
-Guau. Qué bueno. Tampoco
imito a Leonardo Favio, aunque uso algunas inflexiones. Levemente lo convoco.
Pero intento en todos los casos cantar, interpretar a partir de mi enfoque
personal, con la mayor sinceridad.
En la Luna,
Canciones de amor, sábados a las 21, El Camarín de las Musas, Mario Bravo
960, a $ 300, 4-862-0655.
Y POR FIN LA LUNA
De Virginia Innocenti
Y por fin la luna
te trajo hasta mis manos!
sedientas
del calor de tu cuerpo sólido,
ajadas
de abrazar la espuma.
La sangre se me abre
en remolinos,
en ojos
que se cierran deslumbrados
al rozarte el pelo
o el perfume.
Y quisiera ser noche,
hombre, pez,
serpiente o niña fértil
para amarte
de manera desmedida
y que estalles
y me estrelles
y me siembres.
Años de exilio de tu boca,
la vida entera esperando en los umbrales.
Y hoy la luna decidió por fin traerte
y este, nuestro tiempo,
es tan extraño…
porque hay algo de tarde
y algo de siempre,
y en tu espera
aprendí a hacer
hijos de espuma:
canciones, bufandas, poemas…
Sólo eso, mi amor,
esas cositas.