La batalla gráfica de Käthe Kollwitz

Autorretrato, 1904
Por Florencia Pastorella*

El desafío de releer y reescribir la historia del arte nos lleva a pensar en las artistas que la “lista de grandes nombres” dejó afuera. Alguien, en algún momento, decidió que una artista contemporánea a Edvard Munch y al expresionismo alemán, no formara parte de esa lista ni de ese movimiento, y que fuese escasamente nombrada por algunxs profesorxs a la hora de estudiar las vanguardias artísticas europeas, o mencionada cuando se piensa en artistas que tuvieron “compromiso político” (como si esto fuese un estilo).

Los distintos momentos de la historia del arte categorizan a los artistas y a sus producciones como si todo fuese tan lineal y homogéneo… Esto genera, por un lado, una homogeneización que anula particularidades y diferencias, y por el otro, encasilla obras por características comunes; además de excluir a otras que no entran en ninguna de estas “categorías” dejando personas y trayectorias en un limbo de la historia.

Käthe Kollwitz (Königsberg -actual Kaliningrado-, 1867 - Moritzburg, 1945) se formó en talleres de artistas como  Rudolf Mauer y Gustav Naujok, y más tarde, entre 1885 y 1889 estudió en Berlín y en Munich en la Escuela de Artes Femeninas. En 1919 fue la primer mujer nombrada miembro de la Academia Prusiana de las Artes, hecho que marcó un precedente para todas las de su generación. Transmitió con sus imágenes el sufrimiento humano, los horrores de la guerra, la desolación de las y los sobrevivientes, el hambre y la angustia colectiva de las primeras décadas del siglo XX en Europa.

Lamentación
Era una excelente dibujante que desarrollaba escenas que nos hacen parte, en las que nos sentimos protagonistas y de las cuales también quisiéramos huir. La sensación de comunidad está presente en gran parte de sus obras, en las representaciones de multitudes obreras, de huelguistas, de grupos de personas hambrientas y deambulantes por la ciudad; los personajes nos interpelan desde la mirada y ya no podemos dejar de mirarlos.

Su preocupación por transmitir estos gritos desesperados, la llevó a elegir el grabado como disciplina principal, ya que la capacidad de realizar múltiples copias era importante para acceder a mayor cantidad de gente y que de esta forma “llegaran a más vidas”, según anotaba ella en su diario. Imprimía más barato, entregaba cantidad de copias sin firmar y firmaba en algunos casos para aquel que lo solicitaba. Sus grabados se escaparon de la guerra en manos de amigos refugiados, llegaron a otras tierras sin que ella abandonara su trinchera. No era una artista preocupada por las ventas, los salones, los eventos sociales o los premios. A ella la preocupaban las personas que perdían la vida en la guerra, las personas que pasaban hambre, la desigualdad, la injusticia social. Por todo ello, abrirle los ojos a la gente era su objetivo, crear conciencia con sus imágenes. Realizó aguafuertes, aguatintas, litografías y xilografías, siendo las dos últimas las eligió para gran parte de su obra. 

Las madres -1922, 1923
En 1904 realiza un viaje a París donde conoce a Auguste Rodin, artista que le genera mucha admiración, no solo por sus esculturas sino también por su compromiso político. Kollwitz se diferenciaba de los artistas de su generación, ya que no estaba de acuerdo con el arte elitista y las ideas modernistas del “arte por el arte”, tomando distancia principalmente de las posturas artísticas de Picasso y Matisse.

Con una formación humanista transmitida por un padre y una madre protestantes, y en pareja con Karl Kollwitz, un médico socialista dedicado a trabajar para la clase obrera, vive en carne propia la realidad que transmite. Muchos de sus autorretratos (xilografías, dibujos, litografías y esculturas) dan cuenta de una protagonista que relata visualmente las escenas de la vida, la muerte y el dolor que la rodean.

Luego de perder a un hijo combatiente en la Primera Guerra Mundial, el drama vivido por las madres y los niños es uno de sus temas fundamentales. Realiza xilografías dedicadas a los chicos/as huérfanos/as, a los grupos de madres desesperadas, a la soledad de las casas bombardeadas. Son composiciones en las que predominan los planos negros, en los que las líneas blancas definen las situaciones del horror dando vida a los y las que quedan, sacándolos de las sombras.

Pacifista
Sus litografías sirvieron para diferentes campañas gráficas, acompañando y difundiendo los reclamos de la población.  En 1920 diseñó imágenes pacifistas como “Nunca más guerra” y “El sobreviviente”; en 1924 realizó “Abajo la ley del aborto”, una litografía con la que participó de una campaña contra el articulo 218 del Código Penal alemán, que reclamaba por el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos, ya que se estaba condenando a las mujeres de la clase obrera por abortar ilegalmente en tiempos de guerra. 

Fue también una magnífica escultora; su primera obra monumental es un homenaje a su hijo, “Madre con hijo muerto” (realizada en 1932, fue luego renombrada “La Piedad de Kollwitz”), que hoy forma parte del edificio de la Nueva Guardia (Die Neue Wache) en Berlín y representa a los caídos en las guerras. Sus esculturas son formas cerradas, espacios macizos en los que modela las formas, mostrando su huella y su gesto. Sugiere las figuras y trabaja los planos de manera similar que en los dibujos, pero trasladados a la tridimensión: planos enteros en los que se asoman los cuerpos, parecen estar escondidos entre la masa, pero no, ahí están mostrando todo su peso en el espacio.

Madre con hijo muerto
En 1937 sus imágenes fueron consideradas “peligrosas” y fue incluida en la Exposición de Arte Degenerado, realizada en Berlín (paralelamente a la Gran Exposición de Arte Alemán) para descalificar un conjunto artistas de obras   vanguardistas rechazadas por el regimen. Ella y su marido fueron perseguidos por el nazismo debido al compromiso social de ambos y su oposición a Hitler. 

Una parte importante de su obra se perdió en un bombardeo que afectó a su estudio en 1944. Aun así, lo que quedó es impresionante, la calidad técnica de sus imágenes es admirable. Representó cuerpos presentes, pesados, que se materializan en el espacio a través de unas pocas lineas. Son figuras que poseen una estructura interna sintetizada en algunos trazos, que dan lugar a otros planos y se afirman en un espacio creado para ellos. Por más bombas que se disparen, esos cuerpos van a seguir existiendo; Kollwitz los inmortalizó en sus blancos y negros.   


* Florencia Pastorella es licenciada en Artes Plásticas (UBA-FFyL). Docente de Educación Plástica en escuelas primarias y secundarias. Investiga sobre arte y feminismo. Dicta talleres de género. Ilustra en diversas publicaciones y realiza trabajos curatoriales. Participa en grupos de artivismo feminista.