Hace 12 años, la novelista, dramaturga, poeta y militante feminista
estuvo en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, una buena
oportunidad para entrevistar a esta mujer tan comprometida y creativa que hoy,
a sus 80, sigue en plena actividad, viajando, dando conferencias, escribiendo.
En la última década publicó textos autobiográficos como La nave per
Kove (sobre su experiencia infantil como prisionera en un campo de
concentración en Japón), el ensayo Amata Scrittura (donde
revela secretos propios de su oficio), las ficciones Colomba, Il treno dell'ultima
notte; I giorni di Antigone (antología de artículos
publicados en Il Messagero y en Corriere della Sera), La grande festa (también
con tintes de su historia de vida), L'amore rubato (relatos de
mujeres víctimas de violencia de género, que dio origen a un film dirigido por
Iris Braschi). En 2013, Maraini dio a conocer Chiara di Assisi,
Elogio della desobbedienza (visión que reivindica el protagonismo
transformador de la santa que vivió a la sombra de san Francisco) y en
2015, La bambina e il sognatore, novela donde narra, desde una voz
masculina, una paternidad negada.
Dacia Maraini –autora, entre muchas otras novelas, de La
Historia di Piera, llevada al cine por Marco Ferreri– ha ido
enhebrando con sus textos una trama que, desde distintos géneros, entrelaza
voces de mujeres a lo largo de los siglos, resarciéndolas en sus derechos y en
su protagonismo. Además, participa en la agrupación Contraparola, donde junto a
otras periodistas buscan generar conciencia en torno a problemáticas como la
esclavitud sexual. Aunque todavía su última y muy exitosa novela Colomba no
está editada en castellano, ella igual vino a presentarla a la Feria del Libro
y estuvo en dos actos, en uno de los cuales se proyectó La larga vida
de Marianna Ucria, ficción histórica que ganó premios y sobrepasó el millón
de ejemplares.
Nadie diría al ver a Dacia Maraini en una fresca mañana de domingo
tomándose tan campechana un té en un bar porteño, que se trata de una escritora
de tanto prestigio y suceso. Sencilla y afable, esta florentina -hija de la
aristócrata siciliana Topazia Alliata, pintora, escritora, galerista; y del
etnólogo, orientalista, fotógrafo y escritor Fosco Maraini-, se brinda sin
reservas al reportaje. Su compromiso con las causas que considera justas,
empezando por los derechos de la mujer, es de larga data e inevitablemente ha
influido en la temática de su obra literaria, aunque siempre lejos de la
pancarta. Ciertamente, no es por azar que sus novelas están a menudo
protagonizadas por mujeres (Memorias de una ladrona, La historia de Piera –ambas
llevadas al cine–, La larga vida..., Isolina, entre otras), lo
mismo que la mayoría de sus piezas de teatro (La donna perfetta,
Sor Juana Inés de la Cruz, Norma 44).
Dacia Maraini, considerada a la par de las grandes escritoras italianas
nacidas en el siglo pasado –Elsa Morante, Anna Maria Ortese, Rosetta Loy,
Natalia Ginsburg–, reparte sus días, cuando no viaja, entre Roma y su casa en
el Abruzzo. Fue precisamente en este paisaje agreste y bellísimo de bosques y
montañas donde se le ocurrió la historia de Colomba, la joven que desaparece
misteriosamente y cuya abuela va a ver a la escritora, la donna de i
capelli corti, para que desentrañe el secreto.
A través de tu obra teatral y narrativa le has dado voz a las mujeres,
te has interesado por su historia y sus reivindicaciones con un espíritu
claramente justiciero. Tu compromiso ha sido transparente y tenaz a lo largo de
muchos años.
–Me he puesto de parte de las mujeres, es verdad, he tomado partido por
ellas porque sentí que me correspondía hacerlo por solidaridad y sí, también
por espíritu de justicia. Me importa mucho el punto de vista de las mujeres,
tan dejado de lado por los que han escrito la gran historia. De muchos
episodios en los que ellas han participado, no hay registro de la versión
femenina. Por eso, ellas son mis protagonistas en relatos del pasado y del
presente, que siempre tienen un fondo histórico, de la época en que
transcurren.
Como periodista, ¿hacés tu lectura de la actualidad en primera persona?
–Sí, claro, en mis columnas se trata de mi enfoque y mi opinión. Por
otra parte, formo parte de un grupo de periodistas que se llama Contraparola
-Contrapalabra–, todas mujeres entre las que se encuentra Giuliana Screna, que
estuvo secuestrada en Irak. Tratamos de observar qué imagen se da de las
mujeres en los diarios, las revistas, la televisión. Ya hemos publicado dos
libros: el primero, sobre la época del fascismo, porque descubrimos que sobre
este período no existía el punto de vista de las mujeres. El fascismo ha sido
analizado desde la política, la sociología, la psicología, pero faltaba
absolutamente la visión de la mujer, su perspectiva. Por ejemplo, estudiamos
qué leyes la habían perjudicado, reprimido, golpeado, más allá de la opresión
que representaba la opresión fascista. A las mujeres se les prohibió enseñar en
la universidad, muchas se quedaron sin trabajo, sin poder continuar una
carrera, con todos los efectos negativos que te puedas imaginar. Esta situación
particular, una de las tantas que afectaron a las mujeres, nunca había sido
específicamente analizada. Desde el punto de vista masculino, se habló de los
obreros, los estudiantes, los maestros... pero sin referirse concretamente a la
condición de las mujeres. Así que nosotras hicimos la primera investigación
histórica sobre el género.
Durante el fascismo, ¿se trataba, como en el nazismo, de que las mujeres
se consagraran al hogar, los hijos, la iglesia?
–Exacto. Pero no fue solamente una tendencia reaccionaria: se fraguaron
leyes, que para los historiadores pasaron casi inadvertidas, que coartaban la
autonomía, la libertad de trabajo, el desarrollo de las mujeres. Nosotras las
recolectamos y las estudiamos en todos sus alcances para ese primer libro que
editamos. El segundo estuvo dedicado a la posguerra, siempre sobre las leyes
que afectaban a las mujeres, el derecho familiar que fue un sistema de leyes
derivado del viejo derecho romano. Pensá que en Italia el voto de las mujeres
recién se consiguió en 1949. La mujer tenía derechos muy acotados, la patria
potestad la ejercía el marido exclusivamente. Es decir: para el viaje más corto
dentro del país, la madre debía pedir permiso al padre, pero no al revés. El
adulterio estaba castigado en la mujer, no en el hombre. La violencia sexual
era sancionada como ofensa a la moralidad pública, no por transgredir los
derechos de la mujer. Te estoy hablando de leyes en una república que renacía
de la guerra, de la resistencia. Sin embargo, en esa etapa la mujer quedó muy
postergada. Con decirte que esa ley sobre la violencia sexual se cambió recién
a fines de los ‘80... Hasta ese momento, una mujer no podía iniciar proceso
contra un violador porque ella no tenía personalidad jurídica. Fue un largo y
difícil proceso lograrlo. De modo que nosotras examinamos estas leyes, las
luchas que hubo por modificarlas. Hicimos un libro ameno y accesible, bien
popular. Las grandes editoriales no lo quisieron, entonces lo publicó una
pequeña, pero se vendió bastante: diez mil ejemplares. Ahora estamos trabajando
sobre una serie de personajes femeninos históricos que se pueden convertir en
modelo de referencia para las mujeres. Una especie de antología de grandes
mujeres poco reconocidas.
¿Un buen antídoto para el endiosamiento en los medios durante los
últimos años de las top models?
–Ojalá, ése es un tema que me preocupa mucho. Desde la escuela, las
niñas de doce, trece años, cuando se les pregunta qué quieren ser en el futuro,
responden: modelos. En este grupo de alrededor de 25 mujeres hay distintas
tendencias: socialistas, algunas de extrema izquierda, también católicas. Salvo
la extrema derecha, no hacemos discriminación si se trata de periodistas
preocupadas por la igualdad.
¿Corren peligro algunas conquistas de las mujeres, como el derecho al
aborto, con el gobierno actual?
–El de Berlusconi es un gobierno al que le importa sobre todo el mercado,
en su televisión se ha multiplicado la imagen de la mujer como objeto de
decoración, un anzuelo para vender productos, siempre en actitud de seducción,
semidesnuda. Creo que a Berlusconi no le preocupa nada la situación de la
mujer, ni a favor ni en contra, si no afecta a sus intereses comerciales. Él
puso una ministra mujer como coartada, por cierto muy bonita y joven. Como
diciendo ¿vieron? Tenemos a una mujer en el gobierno.
¿Están muy decepcionadas
las mujeres de Controparola con la elección del papa Ratzinger?
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Dacia Maraini con su amigo Pasolini |
–Aunque todavía no ha tomado medidas suficientes para establecer un
juicio definitivo, personalmente creo que desde el punto de vista de las
mujeres, la familia, la aceptación de otras sexualidades, va a seguir la línea
tradicional de Juan Pablo II. Ojalá que no, pero las perspectivas no son nada
auspiciosas. Es increíble, porque todo lo que el Papa anterior avanzó en
materia política, de intentos de pacificación en algunos casos, de acercamiento
a otras religiones, con esa misma energía fue en contra de las mujeres, de los
homosexuales, cerró muchas puertas. Incluso les dijo no a las monjas que
querían realizar algunos actos sacerdotales, decir misa al menos en los lugares
donde faltan curas. Pero Juan Pablo II se negó rotundamente, estuvo durísimo.
Otra prohibición gravísima del Papa anterior, que me parece que el actual va a
mantener, es la del uso del condón, lo que pone en riesgo la salud de muchísima
gente con la excusa de que es un anticonceptivo. Es malo para todo el mundo,
pero tremendo para los países africanos, tan afectados por el sida. Quizá la
palabra genocidio suene muy fuerte, pero son muchas vidas las que se pierden,
muchas las personas que pasan por el terrible proceso de la enfermedad sin
atención médica. En algunos países de África Central, el 30 por ciento de la
población está enferma, en las peores condiciones. Porque además los grandes
laboratorios no han querido facilitarles medicamentos a bajo precio. Y bueno,
el Papa ha dicho que no hay que derrochar el semen... No entiendo esta
defensa indiscriminada de la vida cuando en el mundo hay tantas personas ya
nacidas que están en condiciones penosas, indignas.
Las integrantes de Contraparola están muy activas contra la esclavitud
sexual.
-Sí, claro.
Recientemente escribimos una carta pública dirigida a los consumidores de
prostitución, sobre todo de niñas y mujeres provenientes de otros países. “Caro
cliente: quizás usted no lo sabe, pero la mayoría de las prostitutas hoy en
Italia son esclavas, vienen del África, han sido compradas y vendidas...”. Un
texto apasionado pero no violento; nos pareció más efectivo hacerlo con un
cierto trasfondo irónico, dando una serie de informaciones que consideramos que
debían llegar a todo el público. Así, le preguntábamos al cliente cómo podía
hacer el amor con una mujer cuya triste historia desconocía, una mujer
estafada, a menudo secuestrada, obligada, maltratada. Porque hoy, muchas de
esas prostitutas que tienen sexo con clientes que se consideran a sí mismos
personas normales, con buenos sentimientos, son muchachas traídas del África,
del Este, sin pasaporte, para ser vendidas y compradas como en los antiguos
mercados de esclavos, pero clandestinamente. Estas chicas no pueden escapar a
este terrible destino: las encierran, las violentan, las amenazan con matar a
sus hijos, a sus familias. En algunos casos, y esto vuelve la situación todavía
más espantosa, se trata de víctimas muy niñas, menores de edad.
¿Tuvo resultados concretos la publicación de ese texto?
–Esta carta al cliente tuvo el efecto de una campaña de denuncia con
esta violación brutal de los derechos humanos en pleno siglo XXI. Y no solo en
Italia, sino también en otros países europeos que se creen civilizados. La
publicamos en todos los diarios, incluso pagando cuando hacía falta. Sabíamos
que no íbamos a conseguir un cambio radical en la situación, pero al menos
contribuimos a una mayor concientización de la gente. Confiamos en que muchos,
después de leer esta carta en la que dábamos tantos detalles escalofriantes, ya
no van a mirar a estas muchachas con los mismos ojos, que ya no podrán hacer
como si no supiesen que están colaborando con una forma del crimen organizado.
Porque habitualmente el cliente se cree afuera de todo, él paga y se desentiende.
Después de esta carta, ningún cliente en Italia podrá alegar que no sabe cuál
es la historia de estas pobres chicas que no han elegido libremente ser
prostitutas a una edad adulta. Cosa que muchas feministas hemos aceptado,
siempre que se ejerza ese trabajo autónomamente, sin ser forzadas ni
explotadas. Pero lo que se ve hoy en mi país es todo lo contrario: mayoría de
chicas en estado de esclavitud total.
Obviamente, una esclavitud que se ha instalado con la complicidad del
Estado.
–Por supuesto. Hay muchas
complicidades en juego, la última es la del cliente, que casi siempre es
considerado inocente de toda inocencia. Porque el problema es siempre la
prostituta, nunca el cliente, que actualmente se aprovecha de esta esclavitud
de nuestro siglo en Europa, la esclavitud sexual, cuyas víctimas son mujeres
jóvenes. Desde luego, hay otras situaciones dramáticas que van contra la
dignidad de las personas: la discriminación, el desempleo, la pobreza. Pero el
hecho de convertir a niñas en esclavas sexuales, y que a esto contribuyan
instituciones oficiales y tantas personas –los clientes– que se creen exentas
de responsabilidad, quizá sea lo más aberrante. También debemos pensar que
estas muchachas, aun cuando fueran rescatadas o lograran escapar, después de haber
sufrido situaciones tan traumáticas, quedan profundamente heridas.
Pasando a otro tema: en nuestro país se conoce poco tu obra teatral,
aunque se pudo ver, en 1997, tu puesta de Sor Juana Inés de la Cruz.
–Sor Juana es
una pieza que se sigue representando en distintos lugares del mundo. Es una
obra que no baja de cartel, en la que además de los versos de esta gran poeta
he trazado su perfil biográfico, combinando distintas artes: pinturas de la
época, comentarios musicales, máscaras. Durante aquella gira, yo misma cubrí el
rol de relatora, quizás un poco brechtiana. Ya no tengo mi propio teatro, que
gestionamos con varias mujeres, Il Porcoespino: esa fue una época feliz porque
me apasiona verdaderamente la escena. Hay otro texto mío, Diálogo de
una prostituta con su cliente, que no tiene nada que ver con el
tema de la esclavitud actual, que es de 1979. Se reestrenó en Italia en enero
pasado con mucha repercusión, y también se ha llevado a escena en otros países
europeos.
Desarrollaste una hipótesis bastante provocadora en la obra que refiere
a una santa que dejó de comer...
- Santa Caterina, una versión laica de los últimos años de
Santa Catalina de Siena. Ella fue una mística muy inteligente, como Teresa de
Ávila, un personaje fuera de serie. Catalina se dejó morir de hambre a los 33
años. A mí se me ocurrió la idea de que acaso, en la actualidad, la anorexia
pueda ser interpretada como una búsqueda, una necesidad de espiritualidad. Creo
que no se trata solo de la moda, de la figura impuesta por las modelos y por
todo el negocio del mercado alrededor del adelgazamiento. Pienso que aun sin
hacerlo consciente, en muchas chicas hay un deseo de purificación, de
trascender, que no pueden canalizarlo por otras vías porque la religión ha sido
dejada de lado. La sociedad de mercado intenta destruir la idea de sacralidad
del ser humano. Digo sacro en sentido civil, de respeto a la dignidad humana.
La televisión contribuye en gran forma a este concepto denigrante de cosificar
a las personas. Hay un programa en el que se opera gratuitamente a las personas
que se presentan, sobre todo mujeres muy jóvenes que se van a hacer reciclar,
afinar el talle, aumentar los pechos, reformar otras zonas del cuerpo. La
operación se hace en directo, algo realmente monstruoso a la vez que
humillante. Esa es la verdadera obscenidad. A las mujeres se las convence con
los argumentos que ya sabemos, que han sido tan usados por las revistas
femeninas, por los avisos de cosméticos: si no lo haces, no serás femenina, no
conseguirás un buen empleo, tu novio no te querrá... En suma, estarás en falta.
Así que semana a semana, cinco, siete muchachas se hacen operar en transmisión
directa y las muestran dos semanas después. Por supuesto, es una publicidad
para crear necesidad de este tipo de cirugías. La presión sobre las mujeres es
muy grande y se logra generarles inseguridad. Detrás hay un gran negocio y
también, claro, la negación del pensamiento de la muerte. Todo lo que cuenta es
el aspecto exterior, engañarse sobre el paso del tiempo, la reducción de la
persona a pura materia modificable.
Norma 44, recientemente presentada en escenarios romanos, ¿reproduce
la historia de la ópera, en la que dos druidas aman al romano Pollione, el
dominador?
–Sí, se está representando en estos momentos. Es la historia de dos
jóvenes judías italianas que en 1944 son llevadas a un campo de concentración.
Ellas son cantantes líricas, y un SS que tiene mucha sensibilidad musical las
obliga a cantar la Norma de Bellini en el campo. Las muchachas
están en condiciones terribles debido a la falta de alimentación, de higiene,
pero él se las arregla para mejorar esa situación, de modo que puedan hacer un
buen papel al cantar. Poco a poco, ellas se enamoran de este hombre que les
significa la única fuente de protección, de cierto bienestar. Sí, claro, alude
a las dos sacerdotisas que en Inglaterra, en tiempo de la invasión romana, se
enamoran del centurión, que en la ópera deja a Norma por Adalgisa. Aunque hubo
casos reales de artistas que fueron obligados a actuar para placer estético de
algunos nazis, esta historia es de mi invención, me interesaba el paralelo
entre la ficción de hace tantos siglos y la realidad del campo. Entre otras
ciudades, Norma 44 se ofreció en Stuttgart con una puesta muy
bella. En estos días se representa en Florencia. Es una pieza que requiere de
dos actrices con formación lírica, porque Norma, de la que se
cantan algunos fragmentos, es una ópera muy exigente.
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Autorretrato de Topazia Alliati |
Tus piezas teatrales se
relacionan a menudo con la música, la poesía.
–Precisamente, he dado a conocer otra obra que se basa en la historia,
esta vez real, de una poeta del 1500, Isabella Morra, cuyo destino fue tan
trágico como injusto. Ella pudo estudiar porque tenía cuatro hermanos varones,
era muy inteligente y, al parecer, aprovechó las clases de los preceptores.
Había nacido dentro de una familia aristocrática en la ciudad de Roma, pero el
padre cayó en desgracia políticamente y debió exiliarse en Francia, mientras
que Isabella se fue a vivir con su madre y sus hermanos en un castillo del sur
de Italia, rodeado de bosques. Desesperada por el encierro y el aislamiento,
ella empezó a escribir poesías, canciones. Sucedió que a algunos kilómetros, en
un castillo cercano, se instaló un noble y culto español, Diego Sandoval de
Castro. Isabella logró hacerle llegar una carta en la que le hablaba de su
soledad y su interés en la escritura. Así comienza una correspondencia entre
los dos, seguramente llevada y traída por algún sirviente de confianza. Pero
ellos jamás se vieron personalmente. Cuando los hermanos, que solo se dedicaban
a la caza, se enteraron de esa relación epistolar, la mataron con la excusa de
salvar el honor de la familia. Al morir asesinada, Isabella Morra tenía apenas
23 años y su delito fue escribir unas cartas desoladas en las que hablaba de su
vocación por la poesía y de su ilusión de que su padre viniese de Francia a
rescatarla. Durante muchísimo tiempo nadie supo de la existencia de Isabella en
Italia, hasta que Benedetto Croce narró su biografía en la Historia de
Nápoles. A mí me conmovió enormemente este personaje y, rindiéndole
homenaje a Croce, tuve el honor de volver a sacarla del olvido con esta obra.
De ella quedaron algunos sonetos y canciones muy hermosos.
¿Alguna de tus piezas recientes transcurre en la actualidad?
–Sí, claro. Hasta hace tres
semanas estuvo en cartel en Roma la obra Strada: un hombre que
viaja en auto levanta a una autoestopista desconocida, y ambos se cuentan
historias de vida inventadas. De fantasía en fantasía, ella y él terminan por
no saber quiénes son. Es una pieza un poco pirandelliana, un poco surreal, a
través de la cual quise hablar sobre el problema tan actual de la identidad.
En Isolina, Voces, Colomba, recurrís a una estructura de encuesta, de
investigación. Una búsqueda detectivesca que lleva a despejar un misterio
ligado a mujeres víctimas de alguna forma de violencia.
–Sí, es verdad que para cierto tipo de relatos, me interesa esa forma
literaria que no es exactamente el policial, pero en la que se hace una
investigación que a la vez sirve para iluminar otras historias. Es un poco una
metanovela. Zaira le insiste a la novelista para que la ayude a buscar a su
nieta, porque después de ocho meses, la policía declara el caso cerrado.
Entonces a Zaira se le mete en la cabeza que la escritora puede averiguar la
verdad.
¿La escritora como detective de sus personajes, tomada por una historia
un poco a su pesar?
–Claro, la escritora
primero dice que no, que tiene otras historias para contar. Zaira persevera,
regresa una y otra vez, le trae fotografías, cartas de familia, y poco a poco
la va convenciendo, la donna dai capelli corti se va
comprometiendo con la historia de la chica que se ha esfumado. La escritora
deviene personaje de la historia, incluso ella tiene una historia propia para
narrar. Así se da una multiplicación de historias que ella encuentra, sea como
escritora, sea como personaje. Además de la saga familiar que empieza en 1890,
con una niña siciliana que viene al Abruzzo y se casa con un pastor del lugar,
se cuenta la historia de Italia desde el lado de los pobres. La Primera guerra,
el fascismo, el nazismo, la Segunda Guerra, las inmigraciones, las
transformaciones... van apareciendo desde la visión de esta familia. No era mi
intención ser tan abarcadora, tan ambiciosa cuando comencé a escribir. Pero el
relato comenzó a expandirse y me llevó cuatro años. Estudié muchísimo, como de
costumbre en este tipo de narraciones, porque los personajes pueden ser
inventados, pero el mundo en el que viven a través de un siglo debía ser
verosímil, la situación social e histórica necesitaba mucha documentación
porque aludo a muchos episodios reales. En Colomba, en la historia de la
familia hay muchas mujeres que después de haber tenido hijos son abandonadas
por los hombres, por diversos motivos. La continuidad de la familia está dada
por las mujeres.
En tu novela se arma una suerte de triángulo entre la abuela, la
escritora y la nieta. Pero la que motoriza la acción es esa nona montañesa y
curtida, un personaje principal poco habitual.
–No es común que una mujer vieja sea la protagonista, lo sé. Veo difícil
que un escritor varón encontrara interesante un personaje de esta edad, cuya
sabiduría está en su corazón, en su intuición, que es muy corajuda y
determinada.
¿Ella intuye que lo que la policía no pudo averiguar, la poeta lo va a
saber?
–Bravo, bravíssimo. Ese es el secreto de los poetas, otra forma de
conocimiento. La abuela Zaira se da cuenta, no tiene dudas de que la mujer de
cabellos cortos es la persona apropiada para descubrir la verdad.