"La belleza es un sistema de clase
que funciona en el interior de un código social, sus formas brutales de
evaluación y su manera obstinada de alentar sentimientos de inferioridad y
superioridad -según los casos- en las mujeres persisten a través del
tiempo", escribía hace 3 décadas en un artículo periodístico la visionaria
Susan Sontag. "La belleza florece en función de los imperativos de la
sociedad de consumo, es decir, creando necesidades que no existían antes. (...)
El concepto de belleza que hemos adoptado es una creación de los hombres y está
todavía ampliamente regenteado por ellos. (...) La manera en que se enseña a
las mujeres que la belleza es su problema, fomenta su narcisismo, refuerza la
dependencia, la inseguridad y la inmadurez".
En pleno siglo 21, la presión por cumplir
ciertos cánones mediante distintos procedimientos no solo continúa sino que se
sigue acrecentando en nuestro país, merced a la influencia mediática,
particularmente de la tevé tinellizada. Un espacio donde las bocas inflamadas,
las arrugas borradas o rellenadas, las facciones alteradas, las prótesis a
troche y moche son presentadas con la más absoluta naturalidad por vedetongas,
divas añosas y modelos que, en verdad, están representando una tergiversación
de sus rostros y de sus cuerpos. Desde la publicidad, las notas periodísticas,
los consejos de ciertas figuras de la farándula y de profesionales del bisturí,
se incita a las mujeres a hacerse cirugías llamadas estéticas, prometiéndoles
éxito y felicidad. Todo esto, sin hacerles conocer los riesgos de ciertas
prácticas, aunque está probado que las substancias que se meten en el cuerpo no
son inocuas: que las lipos no son incruentas y que las terminaciones nerviosas
no quedan intactas después de una intervención.
La cara de muchas mujeres maduras o
viejas, incluso de algunas realmente jóvenes, ya no es el reflejo de sus
historias personales porque esas huellas han sido alisadas, estiradas,
difuminadas. Tampoco los pechos de muchas albergan solo glándulas mamarias ni
los traseros sobresalen gracias a la masa muscular porque han sido rellenados
con diversos materiales. Brazos, cinturas, muslos adelgazados no siempre deben
su nuevo volumen a gimnasia o dietas sino a la lipoaspiración.
La orden la reciben las mujeres a diario
desde los diferentes medios que directa o indirectamente intentan persuadirlas
de que las arrugas son un bochorno, las canas un imperdonable desaliño, las
curvas poco pronunciadas una carencia que hay que corregir lo antes posible.
Sin duda, la liberación será relativa en
tanto no cortemos con esa dependencia servil a modelos que cambian según las
épocas, las modas, las decisiones empresariales... Como si se tratara de una
nueva forma de fundamentalismo, se incita a las mujeres a tener rasgos de
catálogo, a operarse y a usar todo tipo de métodos para -engañosamente-
salvarse de la vejez, anular la idea de muerte.... Además de las
intervenciones y los postizos, habría que usar cremas antiage con liposomas,
oligoelementos, colágeno, ceramidas, ácido retinoico, ácido glicólico,
elastina... La bioestimulación debe ser una obligación constante so pena de
marchitarse y fracasar en todos los planos... El nombre de los ingredientes y
las intervenciones es lo de menos, la cuestión sería ponerle la cara al pixel
de radiofrecuencia y otras variaciones del láser que nos llevarán mucho tiempo,
mucho dinero, jirones de vida para, como muy gráficamente dice el escritor
español Antonio Muñoz Molina, "someterse a un anticipo de
embalsamiento".
En una nueva entrega para Damiselas de sus
creaciones en collages, la diseñadora Juliana
Rosato se ha inspirado en las
distintas formas de coacción que oprimen a las mujeres y que alientan un modelo
reaccionario de femineidad.