De Francia con pasión teatral argentina

Gestora y protagonista de arriesgadas propuestas teatrales de la cartera porteña, la actriz y directora Rosario Audras -que descolló como protagonista de Gregor Mac Gregor dos años atrás y ahora hace lo propio en la pieza francesa Ring- continúa con la aventura de venir a Argentina desde su París de residencia. Nacida en Buenos Aires, radicada en Francia, hija de la reputada artista plástica Marie Orensanz, con amena afabilidad discurre acerca de su idílica infancia itinerante, los pasos de su recorrido escénico, sus grandes maestros, sus movilizadores proyectos...

Por Guadalupe Treibel


Adán y Eva remolonean en el paraíso. Eva se aburre: está harta de jugar con los animales, le duele la panza de comer tantos frutos, y poca alegría encuentra en el rocío de los hibiscos. “Nuestra soledad me pesa”, dice. “No sé por qué nos condenaron a estar juntos”, se despacha.  “Quisiera cultivar mi intelecto”, apunta. Y Adán, contento con seguir mirando los monitos colgados de la cola, la distrae a besos, hasta que ella accede a quitarse la hojita… siempre y cuando él se ponga “la pielcita de serpiente”. “¡Eso, no, Eva! Tenemos que amarnos” “¿Para qué?” “Para asegurarnos descendencia…”. Y ella: que no, que ni loca, que si lo hacen condenan a sus hijos y nietos a degenerarse. Y sí, van a degenerarse… Así comienza Ring su tragicómica exploración en 16 escenas, o rounds, de esa afirmación primera, a partir de la cual los Adán y Eva de tiempos modernos (“polimorfos, imprevisibles, sanguíneos y generosos”, según la francesa Catherine Schaub, su directora) juegan al amor de siglo XXI con la agilidad y la contundencia de los buenos boxeadores. Sin desatender por ello el humor negro, que brota a borbotones en este ácido texto de la joven dramaturga Léonore Confino, que evidencia cuán perecederas son las pasiones, cómo las parejas se hacen y deshacen, hasta qué punto los roles se han vuelto intercambiables… 

Un lujito de la cartelera local que ya hizo las delicias del público francés, donde periódicos como Le Monde (“La escritura viva, subversiva y resueltamente moderna, suscita la risa y el pavor, enfrentándonos a un espejo corrosivo y saludable sobre nuestro cotidiano”), Libération (“Una ruptura física, en simbiosis con la vivacidad del cara a cara o espalda a espalda”) o Elle (“Este extraño uppercut golpea al corazón y al estómago”) se deshicieron en justificados elogios. Y que, gracias a la estupenda actriz y audaz productora Rosario Audras, hoy puede verse los martes de abril a las 21.30 en el Portón de Sánchez (Bustamante 1034), en una cuidada puesta donde Audras y Diego de Paula se sumergen en una coreografía vertiginosa donde se suceden momentos de una, dos, 16 relaciones… 


Aunque sea Ring la segunda obra que Audras presenta en Buenos Aires (la primera fue Gregor Mac Gregor, de la venezolana Lupe Gehrenbeck, otra incitante propuesta que trasladó a las lides locales dos años atrás), lejos estos de ser sus primeros pasos en teatro. Argentina radicada en Francia a tierna edad, su promisorio debut acaeció a fines de los 80s con Familia de artistas, obra de Kado Kostzer, con dirección de Alfredo Arias, donde compartió escenario con Iris Marga ni más ni menos, y Marilú Marini. Obras van, obras vienen, decidió volcarse a la dirección, habiendo presentando ya diversas piezas en la capital francesa. Formada con maestros como Oscar Fessler y Vera Gregh, hija de la estimadísima artista plástica Marie Orensanz, la inquieta Rosario comparte su historia con Damiselas, a la par que adelanta nuevas aventuras: “Me interesan los textos que dicen algo. Ahora mismo estoy comenzando a traducir una obra, Scènes de violences conjugales, de Gérard Watkins, sobre la violencia hacia las mujeres, a partir de un trabajo de dos años del autor con asociaciones de mujeres maltratadas. Es un espectáculo fuertísimo que ví en París, y me dejó conmocionada. Y me parece importante hacerlo acá, porque si bien en Francia hay un femicidio cada tres días, acá sucede cada 18 horas”.

¿Fue en Italia donde tuviste tus primeros acercamientos al teatro?


- Cuando yo tenía 3 años, mamá ganó una beca y nos trasladamos primero 6 meses a Roma, después dos años y medio a Milán. Viviendo allí, como mis padres conocían a Giorgio Strehler, creador del Piccolo Teatro di Milano, iba a ver muchos de sus espectáculos. Fue entonces cuando supe que eso era lo que quería hacer. Debo decir, sin embargo, que quien me confirmó las ganas de dedicarme al teatro fue Oscar Fessler (director austríaco que trabajó con Bertolt Brecht y Kurt Weill); era tan gentil, agradable en su manera de enseñar y acompañar, muy pedagógico, muy humano. Después estudié con Vera Gregh, profesora de moda en ese momento, entre cuyos discípulos figuran Juliette Binoche, Vincent Cassel…

Tu debut teatral fue con la celebrada Familia de artistas, en el Centre Dramatique d'Aubervilliers. Una obra de Kado Kostzer, con dirección de Alfredo Arias, donde compartías escenario con la gran referente teatral de la era dorada, Iris Marga, en el que sería su último trabajo.

- Ay, Iris… Yo era una adolescente por aquel entonces, tenía 17, y me quedaba absorta mirándola durante sus escenas, en los ensayos. No te hacés una idea la energía que tenía, y eso que estaría ya pisando los 90s años… Cuando actuaba, se iluminaba. Y era muy divertida y muy buena persona. Como yo era la más chica, ella y los demás me cuidaban mucho. Fue una experiencia muy linda haber formado parte de esa familia delirante, que también integraban Marilú Marini, Facundo Bo, Zobeida, Rodolfo de Souza… Un debut que fue, además, una lección de actuación, con semejante elenco. Yo interpretaba a la mucamita en casa de los Finochietto, y Marilú –una de las hijas- era mi madre; aunque yo, claro, no lo supiese...


¿Cómo llegaste a ese rol?

- Mamá conocía bien a Marilú (también a Alfredo), entonces la llamó y ella le dijo que yo podía ir a las audiciones. Éramos muchas para el mismo papel, pero lo conseguí.

La obra luego viajó al Maipo, en Buenos Aires, pero ya sin vos…

- Así es. De hecho, la primera vez que actué en Argentina fue con Gregor Mc Gregor. El Rey de los mosquitos, hace apenas 2 años… Cuando Familia de artistas llegó a Buenos Aires, yo ya estaba de gira, trabajando en otras obras. Y después de haber actuado en varias cosas, me dije: “Lo que yo quiero es dirigir”. Y fui asistente, de Jorge Lavelli, de Arias, de otros. Estuve, por ejemplo, a cargo de Caramelo de limón, del cordobés Ricardo Sued, que Lavelli hizo en Francia. Después dirigí mi primera obra en el Teatro Nacional de Chaillot: Lettres Mortes (Cartas Muertas), sobre cartas censuradas durante la Primera Guerra Mundial, que no llegaron a sus destinatarios. No solo de soldados, ¿eh? También de familiares. Por aquella época, la excusa oficial era evitar que se filtrase información sobre el paradero de las tropas, pero de lo que en verdad se trataba era de controlar la moral de las tropas. Cualquier misiva que pudiera desanimarlos era retenida; al igual que aquellas de soldados que se revelaban a la autoridad. Recordemos que la Primera Guerra Mundial fue un desastre de organización, ni siquiera sabían a quiénes estaban atacando, era terrible el caos. 

Además de dirigirla, ¿estuviste a cargo de la dramaturgia?

- En realidad no hubo dramaturgia. Investigué, sí, durante más de un año los archivos militares de la guerra, pero las cartas no eran leídas por actores. Opté por representar situaciones que creé a partir de distintas correspondencias, sin que hubiera escritura por fuera de lo escrito en las cartas. Después dirigí otra obra, sobre el trascurso de la vida de una actriz, desde sus inicios hasta que envejece: Comtesse Baisemsky, de Martine Druckret, una pieza muy linda. Y después empecé a actuar nuevamente, aunque no estuviera entre mis planes… 

¿A qué se debió el cambio de decisión?

- Conocí a la venezolana Lupe Gehrenbeck y se dio un encuentro de trabajo fuerte y amoroso, donde el diálogo fluía, había un lenguaje cultural común. Aunque yo le repetía que no iba a actuar más, me dio a leer el papel de la esposa de Gregor y me enganchó, me embarcó nuevamente en la actuación. Es una directora bárbara, y un ser humano maravilloso. Ella trabaja en el Actors Studio con Al Pacino, Alec Baldwin, gente muy famosa; y siempre dice que los norteamericanos están constantemente ejercitando el instrumento, ensayando, probando, volviendo con más y más propuestas.


Gregor Mac Gregor cuenta la historia de este escocés que devino comandante distinguido en la Guerra de Independencia de Venezuela, héroe patrio por librar batalla tras batalla por la emancipación americana. En sus andanzas tropicales, inventa Gregor un país idílico en lo que hoy es Nicaragua, y comienza una estafa sin par vendiendo tierras inutilizables incluso a la Bolsa de Londres. En la obra, vos interpretabas a Josefa Aristeguieta y Lovera, su esposa, prima del Libertador Simón Bolívar: una mujer decidida y perspicaz que, a pesar de todo, continúa acompañando a su irremediable esposo…

- Un personaje complejo, igual que el de Gregor… Esa obsesión por querer vender sueños es absolutamente vigente. Fijate que hace unos pocos años, en Francia, sucedió una estafa similar: vendieron a abogados y negociantes puestos en el presunto gobierno de una isla de Australia por 30 mil euros. La isla, por supuesto, no existía. La gente necesita evadirse del cotidiano, soñar con palmeras; por eso funciona tan bien el arte en momentos de crisis… Otro punto interesante de Gregor Mac Gregor es que allí el malandra no es el americano: es el europeo.

La pieza se ha presentado en Caracas, Nueva York, París, además de Buenos Aires ¿Fuiste Josefa en distintas latitudes?


- En Nueva York, no. Sí en París y en Caracas, y por supuesto, en Buenos Aires. Nunca había pisado un escenario porteño y fue una experiencia supermovilizante. Mi hermana melliza, Mercedes, vive mitad en Argentina, mitad en Francia; ella es música, edita discos, canta. Hizo, por ejemplo, un álbum de canciones famosas argentinas –de Vicentico, Andrés Calamaro, Charly García, etcétera- en francés; y ahora está preparando otro a dúo con actrices (Eugenia Tobal, Julieta Díaz, Inés Efrón, Elena Roger), de temas suyos. Cuestión que Mercedes hace tiempo me venía insistiendo para que viniese al país; y yo me dije: “Bueno, ok, hagamos el intento”. Entonces le propuse a Lupe hacer Gregor… en Buenos Aires. Me encantó la experiencia porque el teatro porteño es muy activo, toma riesgos, hay libertad para probar, experimentar, hacer búsqueda teatral. En Francia, en cambio, hay algo más estático, noto menos innovaciones. Se me ocurre que, en Argentina, al no ganarse los actores la vida con la interpretación, tienen un compromiso con la pasión, con el amor hacia el arte. Imaginate cuánto disfruté la visita que, tras haber visto Ring en París (que me deliró, adoré), me animé a preguntarle a Léonore Confino, su autora, y Catherine Schaub, la directora, si me cedían los derechos para traerla a Argentina. Con tanta buena suerte que no solo aceptaron sino que, para mi sorpresa, Catherine accedió a dirigirla. Claro, este país sigue siendo para los franceses un país de aventura, les encanta. Ella está muy ocupada, tiene sus 3 años próximos repletos, pero encontramos 3 semanitas entre febrero y marzo, para los ensayos. Entonces pensé en Diego (de Paula) para protagonizarla conmigo, porque nos conocíamos bien de Gregor… (él interpretó a la extravagante figura histórica) y Ring es una obra muy íntima, estamos muy juntos, hay que conocer bien al otro, tener confianza.

Hablemos de Ring, obra que propone tragicómico retrato de diferentes situaciones de pareja. Inclemente retrato que, con agudeza, pone contra las cuerdas tanto a varones como a mujeres…


- Cuando la vi por primera vez en 2013, quedé flechada; y de atrevida me animé a pedirle a la directora y a la dramaturga de traerla. Se ve que el entusiasmo es contagioso, porque dijeron que sí. Pero, sí, como bien decís, es una obra que no juzga ni al hombre ni a la mujer. De hecho, ambos personajes se llaman Ariel, y la directora trabajó conmigo la parte más masculina; con Diego, la más suave, femenina. Son 16 escenas, rounds, donde atravesamos momentos fuertes, cruciales de pareja, con las que -a mi entender- cualquiera puede identificarse. Pero hacia el final, abre una puerta a reconciliarse con el amor, y vivir el presente, no dejar de apreciarlo en pos de una idea de futuro que quizás nunca llegue. No es fácil el amor; es un trabajo arduo que bien vale la pena. Tampoco ponemos a un sexo contra el otro, simplemente mostramos que la mujer tiene derecho a las mismas libertades que el hombre. Por caso, tener amantes. Después de todo, ¿por qué el varón es mujeriego si lo hace; y la mujer, en cambio, una puta?

Léonore era muy joven cuando la escribió, y logró un bosquejo punzante y un poco pesimista de las relaciones del siglo XXI, sin amilanarse al momento de mostrar cómo la pasión es perecedera…

- Muy joven; la escribió a los 32. Y usa el humor ácido para despertar el diálogo, el cuestionamiento. Si una pareja va a verla y sale con preguntas, entonces hemos logrado nuestro cometido.

¿La puesta local es fiel a la montada en Francia?

- Es fiel, pero no es exactamente igual. Si bien la directora trajo el trabajo de mapping, de proyecciones, la escenografía, adaptó la puesta a quiénes éramos nosotros, los actores. Hubo un gran laburo coreográfico, que atiende mucho al detalle: los desplazamientos, la música… Visualmente es muy poético. Y tiene un ritmo intenso, que casi no deja respirar al espectador. Después de todo, estamos en un ring, luchando, sin bajar la guardia… Por lo demás, Kado, que es estupendo traductor, adaptó la obra a la realidad argentina; un trabajo complejo, para el que tuvimos la fortuna de contar con su aporte, porque además de traducir, es escritor y dramaturgo. Hay momentos de humor, por caso, que no son traducibles: necesitan ser adaptados. Y hay diálogos que pueden funcionar en Francia, pero aquí resuenan con situaciones demasiado sensibles.   

Ring es parte de una trilogía escrita por Confino, bajo la dirección de Schaub…

- Tal cual. Primero, Building, sobre las relaciones de trabajo, en una oficina; luego Ring, y más tarde Les unes sur les autres (Unos sobre otros). Sin embargo, Ring ha sido la más exitosa, funcionó muy bien. Pensá que terminaron la gira con salas de 900 personas, de pie para el aplauso final… Ha funcionado muy bien, se ve que algún nervio toca.

En doble rol de actriz y productora, motorizás proyectos insólitos, que movilizan personas de distintas partes del mundo y las depositan en Argentina…

- Es que Argentina me da alas para hacer lo que quiero. Mirá, al comienzo, para Gregor…, vine un mes de mayo pensando en hacerla en marzo del año siguiente. Pero me propusieron montarla en julio, dos meses más tarde. Y yo no lo podía creer, me parecía increíble que pudiera concretarse tan rápido. Esa velocidad da una dinámica distinta, realmente estimulante. En Francia, para dirigir una obra en el Chaillot necesité 3 años de trabajo; en ese tiempo hubiera podido hacer 4 piezas en Argentina…

¿Cómo funciona el sistema de producción teatral francés?

- En general, son 2 meses de ensayo a tiempo pleno. De 2 de la tarde a 12 de la noche, salvo un día de descanso. Lo que vuelve al proceso largo es que necesitás un mínimo sindical para pagarle a los actores, entonces los salarios son tan caros, las cargas sociales tan pesadas, que lleva mucho tiempo encontrar el dinero. Cuesta mucho, es difícil. Claro que está la otra cara: te ganás la vida como intérprete, porque no actuás una o tres veces por semana, actuás todos los días, de martes a domingo y los sábados dos veces. En un teatro público, durante un mes y medio aproximadamente; y cuando el teatro es privado, hasta que aguante la obra. Puede pasar que esté desde septiembre hasta mayo. Por lo general, en mayo se para porque está el festival de Cannes, el torneo de tenis Roland Garros… Después cambia la cartelera.

A menudo se escuchan voces de directoras y dramaturgas francesas hablando de disparidad de oportunidades, de sexismo en el teatro. ¿Das fe que los varones siguen ocupando allí una posición de privilegio?

-Absolutamente. Si mirás quiénes están dirigiendo las obras del teatro nacional o de las principales salas, que más dinero disponen, constatás que son en su vasta mayoría hombres. Lo cual es un error porque el 80% del público es femenino. Mientras, los papeles son 80% para varones… Hay que empezar a depositar confianza en las mujeres, darles su merecido espacio, visibilidad, financiamiento. Ojo, no sucede solo en el teatro ni en Francia. De otra manera, Meryl Streep no hubiera fundado recientemente una productora con el expreso fin de que más mujeres tuvieran lugar en la industria fílmica.

Cada vez más actrices asumen el rol de productoras para generar más espacios para mujeres; otro caso sería la talentosa Jessica Chastain…

- Eso es muy importante. Como hija de una mujer artista, lo digo con total conocimiento de causa. Nosotros nos fuimos de Italia porque mamá había vendido un cuadro, y al enterarse el coleccionista que lo compró, ¡chocho de contento!, que era de una mujer, lo devolvió. Después el galerista le dijo a mamá que, aunque tenía mucho talento, tenía una gran contra: su sexo. Frente a esa situación, teniendo tres hijas, ella y papá dijeron: Vayámonos a Francia que está un poquito más avanzada. Igual, algunas cosas han ido cambiando, esto fue hace ya 30 años…

Relativamente. Hay autoras que siguen publicando con seudónimo o iniciales por recomendación de la casa editorial, guiadas por el prejuicio de que los libros con firmas de nombres femeninos venden poco, interesan tantísimo menos…

- Sí, es una lucha constante que hay que seguir peleando. En la música ni te cuento… ¿Quién hace los arreglos de discos en Argentina? A la producción artista, me refiero. Hombres, todos hombres. Y mi hermana, pero ella viene de Francia, está acostumbrada. Queda mucho trabajo por hacer.

Tu mamá, Marie Orensanz, es una consagrada artista plástica, de vanguardia, que ha seguido su personal línea de búsqueda durante más de 5 décadas, exponiendo en las mejores galerías del mundo, sumado galardones, reconocimientos. ¿Rompió el molde de los Orensanz o ya había artistas en la familia?

- Justamente mamá participará de una muestra colectiva en el CCK que inaugura prontísimo, el 26 de abril. Volviendo a la pregunta, ella tenía un padrino, José María -el hermano de mi abuelo- que hacía teatro en Mar del Plata, pero por un problema del corazón, falleció a los 48. También tenía una prima hermana, Noemí Manzano, que era excelente actriz; murió de un aneurisma cuando estaba ensayando una obra que iba a interpretar con Vittorio Gassman… Así que sí, ya había algunos artistas.

Tu papá Patrick Audras también fue actor…

- Sí, de joven, también su hermano Michel. Papá después hizo doblajes de películas, luego se volcó a la decoración: dibujaba lámparas, las montaba… Cuando vivíamos en Italia, alguien le sugirió que intentara vender mármoles en Francia. Fue, compró urnas mortuorias, pasó con mamá la frontera y enseguida le contaron que ese negocio era monopolio del estado. Entonces mamá le dijo: “Bueno, sacales la tapa y las vendés como paragüeros”. ¡Y funcionó! El amor que se sentía el uno por el otro es algo que pocas veces he visto, tan cariñosos, tan compañeros. Y estuvieron juntos hasta que él murió, en 2010. Un hombre muy libre papá, muy defensor de las mujeres: de chicas nos inculcó que debíamos ser independientes, nos educó para que nos sintiéramos libres de hacer lo que nos gustara, del mismo modo que él se sentía libre de cambiar. Porque cuando se cansó de la decoración, pasó a otra cosa: decidió hacer empanadas en Francia. Que, por cierto, fueron un éxito. A Ariane Mnouchkine le encantaban, y le encargaba 200, 300 por vez, para las funciones del Théâtre du Soleil. En fin, tuvimos suerte las hermanas: son pocos los padres que apoyan tanto, los medios de las artes no son fáciles…

Entre tu padre, tu madre, María (cineasta), Mercedes y vos prácticamente han cubierto todas las ramas del arte, incluso la gastronómica…

- Bueno, mamá siempre dice que, para ser buen artista, hay que ser buen cocinero… Ella hace un pescado al limón para morirse; y un arroz con mariscos que es una delicia.

A menudo las hermanas Audras colaboran unas en los proyectos de las otras…

- En cuanto podemos trabajar juntas, lo hacemos, nos da mucho placer. María, por ejemplo, hace los videoclips de Mercedes. O da cursos de teatro infantil conmigo, en escuelas, un trabajo muy lindo que empezamos años atrás en un colegio, con  8 alumnos, donde ahora mismo tenemos 150 chicos a cargo. Además de intervenir en 3 escuelas más…  Es importante difundir la cultura desde temprana edad, ayuda a abrir las mentes de los chicos. Teníamos, por ejemplo, un muchachito al que le iba pésimo en sus otras clases, con mala asistencia, bajas notas, y se apasionó con el teatro, y empezó a mejorar sus calificaciones. Ahora es marionetista. Enseguida ves cómo ayuda los chicos. Con quienes, dicho sea de paso, trabajamos como si fueran adultos, intentando divertirnos todos… María estrenó recientemente un documental precioso, muy humano, L'Amour à pas de géant, sobre Mariela Muñoz, trans pionera que ayudó y albergó a 20 chicos, también a sus madres; una de las primeras, además, en lograr los papeles de cambio de identidad en Argentina. El film ganó un premio en Barcelona y ahora lo presenta en Portland; y está seleccionada para festivales en Miami, Suiza, París, Londres… Había escuchado de Mariela por un amigo, y cuando fueron las manifestaciones en Francia contra el matrimonio igualitario, se indignó muchísimo y quiso contar esta historia.

Habrán tenido una crianza muy armónica para llevarse tan, tan bien…

- Cero pelea, ninguna tensión: buena vida, divertirnos, mucho humor. No nos dábamos cuenta de la suerte que teníamos de tener una familia tan agradable. El hecho de haber cambiado de país y de idioma dos veces nos unió mucho; somos un clan muy solidario. Además, mamá expuso en más de 40 países, y la acompañábamos en combi a Alemania, Suiza, Holanda, Bélgica, Italia, España, Portugal…, moviéndonos por todos lados. Y sin ningún problema, adaptándonos felizmente. Por momentos, con nada de plata; por momentos, con un poquito más.

Acabás de regresar de unos días de merecido descanso en Santa Clara del Mar; según tengo entendiendo, es un lugar con historia familiar…

- Mi abuelo materno, Antonio Orensanz, es el fundador de Santa Clara: un hombre que vino emigrado de España y quiso hacer un pueblo, crear una estación balnearia para que los obreros pudieran comprarse un terreno y hacerse la casita de vacaciones. Y sí que lo logró. Porque cuando yo era chiquita e íbamos a uno de los 2, 3 restaurantes del lugar, a lo sumo veía 5 coches parados. Ahora Santa Clara tiene 10 mil habitantes; creció una barbaridad. Al final, mi abuelo lo logró: consiguió hacer de su pueblo, un destino.

¿Fue, además, un destino habitual para ustedes, que habían emigrado de Argentina cuando vos eras muy pequeña?

- Regresábamos cada verano de infancia para pasar nuestras vacaciones en Santa Clara con todos los primos. La idea de la familia unida, de ayudarnos los unos a los otros, estaba muy presente en nosotros, en buena parte gracias al abuelo, también a mamá. De hecho, a papá -que había tenido una crianza diferente- lo enamoró ese modo de hacer y pensar, de estar juntos. Por eso, siendo nosotras más grandes, mamá y papá solían alquilar una gran casa en Saint-Tropez para que fuéramos con nuestros amigos, algo poco frecuente en Francia, donde los chicos no suelen vacacionar con sus padres, se van en cuanto pueden. Y la pasábamos bárbaro, comiendo rico, riéndonos, disfrutando de la compañía del otro.